domingo, 9 de junio de 2013
Siddhartha Vasudeva
Algunos de los viajeros percibían que de la barca y de los barqueros emanaba algo especial. A
veces ocurría que un viajero, después de haber observado la cara de los barqueros, empezaba a
narrar su vida, sus pesares, confesaba sus pecados y terminaba pidiendo consuelo y consejo. En
otras ocasiones, les pedían permiso para quedarse una noche con ellos y así poder escuchar la voz
del río. También sucedía que llegaban curiosos a los que les habían contado que en ese lugar vivían
dos sabios, o magos, o santos. Los curiosos preguntaban entonces, pero no recibían ninguna
contestación; y tampoco encontraban que fueran magos ni sabios, y sólo hallaban a dos ancianos
amables, que parecían mudos, extraños y seniles. Los curiosos se reían y comentaban entre sí la
buena fe y la necedad de la plebe, que propagaba rumores sin fundamento.
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